Fuentes:
http://losproductosnaturales.blogspot.com/2011/01/ser-o-no-ser-vegetariano-i-soy.html
http://losproductosnaturales.blogspot.com/2011/01/ser-o-no-ser-vegetariano-ii-verde-es.html
http://losproductosnaturales.blogspot.com/2011/01/ser-o-no-ser-vegetiariano-iii-cuestion.html
http://losproductosnaturales.blogspot.com/2011/01/ser-o-no-ser-vegetariano-iv.html
Ser o no ser vegetariano (I): soy vegetariano por no matar animales.
Una de las muchas modas surgidas a partir del New Age fue la de hacerse vegetariano. Ese mensaje, que ya practicaban algunas religiones, caló en algunos movimientos políticos, ecologistas o de protección de los animales. Intrínsecamente no hay nada objetable. El problema es cuando la información que encuentras sobre vegetarianismo tiende a mezclar conceptos ideológicos con científicos y nutricionales. En estos últimos suele meterse la pata, o mezclar churras con merinas. En principio una persona que siga una dieta vegetariana ovoláctea (que incluya huevos y leche) no tiene por que tener ningún problema de salud. Tenemos que hilar más fino si nos metemos en algunos grupos más radicales, como los veganos estrictos (nada de origen animal) o los crudívoros (ni animal, ni cocinado; todo crudo), o las diferentes religiones que propugnan una dieta vegetariana más o menos estricta. Entre estas religiones encontraríamos el jainismo, el hinduismo, diferentes corrientes del budismo e incluso algunas iglesias cristianas. En esta serie de entradas que empieza hoy voy a tratar, desde un punto de vista aséptico (no soy vegetariano, pero no veo nada malo en que alguien lo sea), de separar el grano de la paja de los mitos asociados a la dieta vegetariana:
Ser o no ser vegetariano (II): verde es sano, más o menos.
Una percepción corriente es que la dieta vegetariana es más sana. Asociamos muchos problemas de salud con una dieta rica en carne. En general es cierto. La dieta vegetariana evita el colesterol y las grasas saturadas, por lo que disminuye notablemente el riesgo de accidente cardiovascular. Hablando claro un vegetariano no tiene que soportar que el medico le restriegue por la cara que tiene el colesterol y los triglicéridos disparados, y que como siga así, antes de los 50 le da un infarto. La cantidad de proteínas es bastante más baja en la dieta vegetariana, por lo que tampoco son frecuentes problemas de ácido úrico (la terrible gota), típicos de dietas con un exceso de carne. El contenido calórico medio suele ser menor, y dado que en los países desarrollados el problema es el exceso de calorías (si, una vergüenza teniendo en cuenta los millones de personas que pasan hambre), una dieta vegetariana ayuda a controlar el sobrepeso y la tensión arterial (aunque inflarse de patatas fritas o de judías también engorda). Dicho esto: una dieta vegetariana, por si sola, tampoco implica que vayamos a vivir 100 años pletóricos de salud. Ser vegetarianos tiene las ventajas mencionadas, pero también sus desventajas, y existen ciertas carencias asociadas al vegetarianismo más estricto, sobre todo entre los pocos cuidadosos en su dieta. La más conocida es la carencia en aminoácidos esenciales. Todas las proteínas de nuestro cuerpo están formadas por una combinación de 20 aminoácidos diferentes, de esos, 10 son esenciales, lo que implica que no podemos sintetizarlos, y debemos incluirlos en la dieta. Un buen filete tiene una distribución de aminoácidos en la que están representados todos los esenciales, por lo tanto si en la dieta hay algún cadáver, no hay carencias de aminoácidos esenciales. El problema son las plantas. Las legumbres son deficientes en cisteína y metionina y los cereales en lisina, por lo que una dieta exclusiva en uno de estos dos alimentos puede acabar en carencias de aminoácidos esenciales, que a la larga son fatales. De los pocos vegetales que tienen una proporción de aminoácidos óptima es la soja, por eso es tan apreciada en piensos y en suplementos nutricionales. Por lo tanto este riesgo existe, pero es fácilmente evitable incluyendo cereales y legumbres en el menú, comiendo soja, o con una dieta ovoláctea. Similar es el caso con la vitaminas D, que es muy infrecuente en plantas, pero abundante en la leche y en los huevos. Otro problema también está relacionado con los micronutrientes, concretamente con hierro y zinc. Muchas verduras son ricas en estos dos elementos, pero el problema es que muchas veces el hierro queda secuestrado por la fibra o por otros componentes como el fitato, el oxalato o el citrato, por lo que a pesar de que la concentración (cantidad total) es alta, la biodisponibilidad (cantidad que podemos asimilar) es muy baja. Es más fácil que un vegetariano coja anemia que un omnivoro. Algunos de estos compuestos que secuestran hierro o zinc presentan un riesgo añadido. Tienden a cristalizar. En condiciones normales esto no importa demasiado, puesto que el riñón va eliminándolos, el problema es si saturas al riñón, o si este no funciona como toca, empiezan a cristalizar en el riñón, provocando las temidas piedras. Las dietas vegetarianas tienen un riesgo más elevado de litiasis (es decir piedras) renal. También una dieta que excluya completamente alimentos de origen animal puede presentar un déficit en ácidos grasos esenciales. Curiosamente un déficit severo en un tipo de ácido graso (los n-3 poliinsaturados), junto con un déficit en vitamina B12, que también se puede dar en vegetarianos, puede conducir a que las plaquetas no funcionen como deben, lo que llevaría a un riesgo elevado de trombosis, y aumentar el riesgo de accidente cardiovascular, con lo que hemos llegado al punto de partida. Es un caso extremo y tienen que conjugarse dos carencias, por lo que es infrecuente. Llegado el caso, creo que lo peor no sería el infarto en si, sino la cara que pondría la gente cuando le contaras que te ha dado por comer mucha lechuga.
En resumen, si eres vegetariano evitas unos problemas, pero pueden aparecer otros. Simplemente con una dieta ovoláctea se subsanan la mayoría de estos problemas, y si tu fiolosofía te prohibe cualquier alimento de origen animal… pues no te despistes o tu salud lo pagará. En una dieta sana puede aparecer la carne, pero poquito y sin abusar.
Ser o no ser vegetariano (III): Cuestión de energía.
Ser o no ser vegetariano (IV): crudivorismo et al., viaje al corazón de la lechuga.
Ya hemos comentado que en principio un vegetariano ovolacteo no tiene por que suponer ningún problema de salud ni ninguna carencia alimentaria. El problema es que en el vegetarianismo también hay clases. Los veganos estrictos no comen absolutamente nada de origen animal (ni leche, ni huevos, ni miel). Dentro del veganismo más estricto encontramos el crudivorismo, que no tolera la cocción de alimentos, el vegetarianismo Su, practicado por algunos grupos budistas e hindúes, que además de excluir cualquier alimento de origen animal, excluye vegetales del género allium (cebollas, ajo puerros, etc…) y el caso más radical, el frutarianismo que solo permite alimentarse de partes de la planta que se puedan recoger sin dañarla (fruta o semillas).
La verdad es que adscribirse a cualquiera de estos grupos solo es entendible por razones religiosas o filosóficas. Concretamente el crudivorismo y similares, con su rechazo absoluto de la manipulación de los vegetales tiene muchos contras y ningún pro. Para empezar cocinar los alimentos es la forma más elemental de higiene alimentaria. Hoy en día tenemos la suerte de vivir en un entorno seguro, y contar con garantías de que toda la comida que adquirimos en el super cumple con unos mínimos de seguridad, aun así conviene lavar adecuadamente todo aquello que vamos a ingerir crudo. La cuestión es cuando vas a países exóticos, y siempre, en la excursión al lugar más remoto y pintoresco, hay alguien a quien le apetece una ensalada, un helado artesanal o un zumo de frutas locales. Garantía segura de que va a pasarse el resto de las vacaciones a no menos de 30 segundos de distancia de un retrete. También tenemos el concepto que cocinar los alimentos hace que pierdan nutrientes, lo cual es verdad, solo a medias. La vitamina C por ejemplo es muy termolábil, es decir, con el calor casca. Hace poco salió la noticia de que los pimientos de cultivo ecológico son más sanos por que tienen más vitamina C. Dejando de lado la controvertida relación vitamina C-salud, aunque la bendiga el premio nobel Pauling. En general el pimiento es de las hortalizas que mas vitamina C acumula…. Pero a no ser que te los comas crudos, al cocinarla se pierde. A veces pasa al revés. Los tomates son ricos en vitamina A, una vitamina liposoluble (no se disuelve en agua, pero si en aceite). Si te comes el tomate en ensalada asimilas poco de esa vitamina A, debido a que la fibra dificulta la absorción, en cambio si fríes el tomate, el aceite disuelve las moléculas lipofílicas ¿No te has fijado que el aceite coge el colorcillo del tomate?, por lo tanto el aceitito será rico en vitamina A, que además no tiene problemas en la asimilación. Hay más ejemplos. Los antiguos mayas ya hervían el maíz con sosa. Este proceso (llamado nixtamalización), cambia la textura de la harina de maíz y posibilita la elaboración de diferentes especialidades, vigentes en la comida mexicana actual como las tortillas de maíz. Pero además este proceso se carga el ácido fítico y aumenta la biodisponibilidad de minerales y de niacina (o vitamina B3). Cuando el maíz llega a Europa se extiende su uso como sustituto del trigo para hacer harina, pero no la cultura asociada. En muchas zonas húmedas o de montaña de Europa el maíz se adaptó muy bien al cultivo, por lo que acabó siendo la base de la alimentación… y la pelagra se hizo endémica por falta de vitamina B3. Por lo tanto, cocinar verduras no tiene por que ser malo, y mojar pan en el aceitillo de freír, tampoco.