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Entre genocidios y riquezas | Página12

Fuente original: Entre genocidios y riquezas | Página12

Como siempre, recomiendo visitar el sitio del artículo original, para obtener mayor información del tema y, en este caso, para conocer el enorme trabajo periodístico de este medio independiente argentino.

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Imaginemos si los argentinos hablásemos más de catorce lenguas indígenas.

Cuesta imaginarlo, ¿no? Pero esa es la realidad. En Argentina se ha invisibilizado la pluralidad etnolingüística. Según la publicación del Inadi realizada por Ana Carolina Hecht, en la “actualidad nos definimos como un país multilingüe poseedor de una enorme diversidad sociolingüística y sociocultural, donde además del español y las lenguas de migración, existen catorce lenguas indígenas con muy diferentes grados de vitalidad”.

Sin embargo, estas lenguas fueron y son negadas. Esto genera consecuencias, porque cuando se impone una forma de comunicarse, se impone una forma de ver el mundo. Las palabras reflejan miradas y sentidos. Como sostiene el libro Propuesta para un Kvme Felem, un solo concepto en Mapuzugun encierra toda una frase que refleja nuestra cosmovisión y nuestro Kume Felem.

Este ocultamiento es consecuencia de que los pueblos indígenas vivieron un genocidio del cual hoy padecen sus consecuencias. Muchos negaron sus raíces y su identidad para sobrevivir. Escondieron ceremonias, saberes, conocimiento e incluso su idioma. Es oportuno recordar que el 60 por ciento de la población actual desciende de pueblos indígenas.

Recientemente, el presidente Mauricio Macri en el Congreso Internacional de la Lengua Española negaba la diversidad de culturas que conviven en el territorio afirmando: “Imaginemos si acá los argentinos hablásemos argentino y los peruanos, peruano, y los bolivianos, boliviano, y necesitásemos traductores para hablar con los uruguayos”.

Acá no se habla argentino, se habla quechua, guaraní, qom l’aqtaqa, wichí, nivaclé, chorote, áonek, mapuzugun, español, entre otras muchas lenguas. Sin embargo, hay una mirada dominante que se impone y un genocidio que se perpetúa simbólicamente negando nuestras raíces.

Según la antropóloga Diana Lenton, “venimos sosteniendo que las campañas del desierto significaron un genocidio para los pueblos originarios, también sostenemos que es un genocidio que todavía continúa, en el sentido de que no hubo un corte, no hubo ninguna gestión de gobierno que haya tenido la voluntad política de cortar con ese genocidio, sino que sigue existiendo un proceso genocida”. En el contexto actual “estamos en la instancia de realización simbólica del genocidio en el sentido que perduran las condiciones, que son estas condiciones discursivas”.

La perpetuación del genocidio sufrido por los pueblos indígenas tiene entre sus pilares a los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes, quienes realizan un doble juego de invisibilización y estigmatización. Según el informe de la Defensoría del Público “de 17.197 noticias analizadas durante 2016 en el Monitoreo de los programas noticiosos de los canales de aire de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sólo 0,1 por ciento refiere a pueblos originarios y campesinos”. Asimismo, el Inadi sostiene que los Pueblos Originarios son muchas veces retratados como extraños u opuestos a la cultura argentina o los “intereses nacionales” y se desconocen aspectos sociales, culturales y políticos más amplios en las coberturas.

Claramente, hay que exigir políticas de Estado que cuestionen la realización simbólica del genocidio.  Para generar las condiciones de esas políticas públicas, como comunicadores y comunicadoras podemos poner en tensión los discursos hegemónicos que reflejan la discriminación y el colonialismo cultural dominante. Podemos reflejar la riqueza multicultural, pluriétnico y multilingüe del país que somos.

* Licenciado en Comunicación social UNLZ. Docente de la UNRN

Entre el lenguaje inclusivo y el fascismo lingüístico – Tucumán – el tucumano

Fuente original: Entre el lenguaje inclusivo y el fascismo lingüístico – Tucumán – el tucumano

A raíz de la incorporación de la «e», la «x» y el «@» para incluir cada vez a más identidades de género, el escritor Marcos Rossi Peralta expone las causas y consecuencias de las modificaciones que está sufriendo la lengua en el fragor de las luchas sociales.

29 Jun 2018

El uso del lenguaje inclusivo es ya una cuestión pública. Cada vez más personas e instituciones lo practican. Se lo ve en las redes sociales, en los medios, en telenovelas, en la literatura, en comunicados gremiales, en las universidades públicas (tanto en boca de docentes como de estudiantes), lo usan lxs pibxs en las escuelas, incluso diputadxs nacionales. Ha generado también una oleada de reacciones, a veces esforzadamente intelectuales, a veces violentas y desbordadas. ¿Cuáles son las causas de estas reacciones? ¿Realmente en contra de qué están? ¿Si es una cuestión superficial, una moda o una ridiculez, por qué molesta tanto, por qué esforzarse tanto en cuestionarlo?

1. ¿Qué es el lenguaje inclusivo?

El lenguaje inclusivo consiste en utilizar el género neutro (marcado por la ‘x’ o la ‘e’) en las palabras que refieren a un conjunto de personas que puede incluir a diversas identidades de género. Se opone al uso del masculino con valor genérico. Quien usa el lenguaje inclusivo está diciendo: cuando dicen ‘todos los argentinos’ evitan nombrar a las mujeres, a las personas trans, a las identidades no binarias, y nos sentimos incómodxs con esa invisibilidad, por eso decimos todxs, todes, les profesores, lxs diputadxs. Al mismo tiempo esa práctica lingüística funciona como rasgo identitario, es una de las maneras que tenemos de formar comunidad. Cada vez que lo usamos decimos: yo pertenezco a esta comunidad, la que se identifica con el movimiento feminista, la que está organizándose para que haya igualdad de género, la que se siente incómoda con el régimen heteronormativo y patriarcal.

2. Los fantasmas

Las reacciones violentas contra el lenguaje inclusivo son motivadas por una serie de fantasmas disfrazados de saberes sobre la lengua, está claro, científicamente insostenibles:

a) La lengua sería algo puro que no cambia, y no sólo no cambia, no debe cambiar. Aparece entonces el fantasma de la contaminación y la destrucción. Quienes hablamos el lenguaje inclusivo seríamos destructores de la lengua, y como la lengua es un bien de la nación, y será un bien en tanto se sostenga su riqueza original, nosotrxs seríamos enemigos de la nación.

b) Lo anterior se basa en el fantasma de la incomunicación: la lengua no tiene que cambiar porque si cambia no vamos a poder entendernos.

c) El tercero es el fantasma de la imposición. Existiría el riesgo de que un día, de la noche a la mañana, obliguemos a todxs a hablar en lenguaje inclusivo. A partir de esto la destrucción de la lengua (¿y la nación?) será irreversible, ya no hay vuelta atrás, habremos pervertido la lengua y con ella nos habremos pervertido también y para siempre. En esto justifican su violencia, se estaría jugando el destino de nuestra lengua, la posibilidad de comunicación, la de ser un país normal y por supuesto, la de tener una cultura digna.

d) El último fantasma es el más pintoresco, el del lavado de cerebros. Quien habla lenguaje inclusivo no lo ha decidido en el marco de una comunidad, se le ha inoculado mediante métodos perversos aprovechando una condición de vulnerabilidad: “no se metan con mis hijos”.

3. ¿A qué juega la RAE?

Los fantasmas tienen buena parte de su origen en la Real Academia Española, o en sus adherentes. La RAE fue creada por la Corona Española para regular las normas lingüísticas en sus dependencias coloniales. Nuestro país se independizó en 1810, sin embargo la RAE sigue hasta el día de hoy desarrollando políticas que buscan influir en las prácticas lingüísticas que existen en nuestro suelo. Imaginen si la Corona Española quisiera decirnos cómo manejar nuestra economía o nuestra política exterior, sería un escándalo. ¿Por qué lo permitimos en el plano de la lengua?
La RAE es una institución absolutamente misógina. Desde su creación en 1713, ya hace más de 300 años, no ha tenido nunca una directora mujer, ni hablar de otras identidades de género. En la entrada ‘mujer’ de su diccionario, después de las acepciones, el primer uso que introduce es ‘mujer de gobierno’ y define:
1. f. desus. mujer de su casa.
2. f. desus. Criada que tenía a su cargo el gobierno económico de la casa.
Vale decir, una mujer de gobierno sólo puede significar una gobernadora de su casa, de la economía del hogar, no de un país, una comunidad, no de un Estado. Traduzcamos, la RAE dice: si sos mujer, andá a lavar los platos.

4. Estamos diciendo lo mismo pero de forma incorrecta

No. Los significados que genera une diputade cuando dice ‘todos’ no son los mismos que genera cuando dice ‘todos y todas’, ni son los mismos cuando dice ‘todes’. No nos piden que digamos lo mismo pero “bien”, nos piden que no digamos lo que queremos decir.

5. Los ataques contra una práctica lingüística siempre son ataques contra los sujetos que la practican.

Cuando alguien habla de tucumano básico, está diciendo que la lengua del tucumano es básica, pero también que los tucumanos son básicos. Cuando vemos un aviso clasificado que busca un trabajador con “buena dicción”, están segregando de ese trabajo a lxs sujetxs sociales que según ellos (¿quiénes son?) hablan “mal”.
Así, cuando dicen que el lenguaje inclusivo es una aberración, una anormalidad, están diciendo que nuestra forma de pensar es aberrante y anormal, que las relaciones humanas y las identidades que representamos son aberrantes y anormales. Cuando alguien dice: no puede ser que un diputado hable así, quiere decir: una persona que tiene esa ideología no puede ser diputado, no puede ocupar espacios de poder. Cuando en una institución educativa se sanciona a unx docente o a unx estudiante por usar lenguaje inclusivo o no binario, se está sancionando que se piense de esa forma, se está sancionando que se cuestione lo instituido. Nunca es una cuestión de formas, forma y contenido son indisociables: cuando dicen que nuestra escritura es incorrecta dicen que nuestras ideas son incorrectas, que, en última instancia, nuestras identidades son incorrectas. Como ya no pueden decirlo directamente, como ya no pueden decirte anormal de frente porque cuesta muy caro, deslegitiman nuestra forma de hablar, con eso deslegitiman lo que decimos (lo que sea que digamos, les alcanza con ver la x para no escucharnos), y nos deslegitiman a nosotrxs como sujetxs del saber o de la política.

6. ¿Cuál es el futuro del lenguaje inclusivo?

No lo sabemos. Si seguirá masificándose de la mano del movimiento feminista, que es el movimiento de masas más importante de los últimos tiempos y el que tiene mayor capacidad de movilización y transformación hoy, o no, no lo sabemos. La lengua cambia al fragor de las luchas sociales. Lo que sí sabemos es que los sentidos que está generando el uso del lenguaje inclusivo son potentes, generan rechazo y generan comunidad. Sabemos también, hoy se hace evidente de nuevo, que la lengua no es inocente, que las políticas lingüísticas pueden generar exclusión y marginación, y que las representaciones lingüísticas pueden convertirse en marcos justificatorios de la violencia.  Sabemos entonces que la cuestión lingüística tiene que, de una vez por todas, formar parte del debate público nacional.
Marco Rossi Peralta nació en 1995, vive en Tucumán. Es escritor y estudia la carrera de Letras en la UNT. Publicó los libros de poesía Micumán (2016, Ed. Monoambiente) y El Mosquito (El tiempo es escaso) (2017, Ed. De Autor). Forma parte de las antologías Perfectxs Desconocidxs (2017, P.D.) y Salí Dulce (2018, Ed. 27 Pulqui y Ed. Almadegoma) que reúne poetas de Tucumán y Santiago del Estero. Es editor en La Cimarrona Ediciones.

ONU declaró al 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas

Fuente original: ONU declaró al 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas

Así lo anunció el sitio web de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la ONU, y detalló que la proclama plantea “llamar la atención mundial sobre los problemas que afrontan las lenguas indígenas, así como su importancia para el desarrollo sostenible, la reconciliación, la buena gobernanza y la consolidación de la paz”.

Las lenguas indígenas juegan un papel primordial para el desarrollo y la reconciliación entre diferentes grupos humanos. No sólo han sido un instrumento de integración, comunicación y educación, sino que además brindan identidad a l los hombres y mujeres que forman parte de un grupo social.

Más de la mitad de las lenguas indígenas se encuentran en peligro de desaparecer

La ceremonia para lanzar esta iniciativa se llevará a cabo este 28 de enero en París, Francia y según el comunicado de la ONU, la misma  contribuirá  impulsar el acceso y la promoción de las lenguas indígenas, y fomentará la mejora de la calidad en la vida de los pueblos,  a través del fortalecimiento de sus capacidades.

El encuentro contará con representantes gubernamentales de alto nivel, pueblos indígenas, miembros de la sociedad civil, la academia y varias instituciones públicas y privadas.

El prinicipal tema de esta campaña será: “Las lenguas indígenas son importantes para el desarrollo sostenible, la consolidación de la paz y la reconciliación”.

De acuerdo con el texto publicado por la ONU,  se promoverá el desarrollo de un foro global para el debate constructivo en el que oradores de alto nivel puedan abordar nuevos paradigmas para salvaguardar, promover y brindar acceso a los conocimientos y la información de los pueblos ancestrales.

Se estima que existen 6.700 idiomas en el mundo, los cuales 4.000 son hablados por pueblos indígenas y 2.680 se encuentran en peligro de desaparecer, publicó RCN.

¿Para qué preservar las lenguas indígenas?

La Organización  para el Año Internacional de las Lenguas Indígenas planteó cinco razones para  promover la conservación y cuidado de las lenguas indígenas:

-Generan conocimiento y comprensión sobre el mundo

-Son consideradas un desarrollo sostenible, pues mediante su lenguaje y cultura consolidan e incentivan la paz y reconciliación

-Estas lenguas son consideradas como un derecho humano fundamental en la libertad de los pueblos indígenas

-Desarrollan la inclusión social y la alfabetización, lo que contribuye a reducir los niveles de pobreza

-Son consideradas como fuente de diversidad de valores culturales y de patrimonio histórico

La lengua degenerada | El Gato y La Caja

Fuente original: La lengua degenerada | El Gato y La Caja

¿Tiene sentido hablar con lenguaje inclusivo? ¿Afecta nuestra percepción de la realidad?

Van dos peces jóvenes nadando juntos y sucede que se encuentran con un pez más viejo que viene en sentido contrario. El pez viejo los saluda con la cabeza y dice: “Buenos días, chicos, ¿cómo está el agua?”. Los dos peces jóvenes nadan un poco más y entonces uno mira al otro y dice: “¿Qué demonios es el agua?”

David Foster Wallace – This is Water

Cuando el escritor David Foster Wallace dio un discurso frente a los egresados de la Kenyon College comenzó contando esta historia de los peces. Su intención era simplemente recordarle al auditorio que todos vivimos en una realidad que, a fuerza de rodearnos, a la larga termina volviéndose invisible. Y que sólo la percibimos cuando se convierte en algo disruptivo, en un estorbo en nuestro camino: el conductor que nos cruza el auto en la esquina, el empleado que exige otro trámite para completar una solicitud, la palabra mal escrita: sapatilla, uevo, todxs. Mientras tanto, las cosas de las que más seguros solemos estar terminan demostrando ser aquellas sobre las que más nos equivocamos. Por ejemplo, el castellano:

Todos los que nacimos y fuimos criados en el mundo hispanohablante tenemos, rápido y pronto, certezas sobre cómo funciona el castellano porque es la lengua que aprendimos intensamente durante nuestros primeros años de vida. Y en algún punto no nos equivocamos. Incluso si nos preguntasen qué es el castellano podríamos responder en un parpadeo: “es nuestra lengua materna”. Pero esa respuesta no estaría dando cuenta de la verdadera naturaleza del asunto, porque en definitiva: ¿Qué demonios es la lengua?

Eso, ¿qué demonios es la lengua?

Tal como el agua de los peces, la lengua es un poco todo. Mejor dicho, en todo está la lengua, dado que, una vez que la adquirimos, nunca más dejamos de usarla para pensar el mundo que nos rodea. Sin embargo, si tenemos que elegir una entre muchas definiciones, diremos que la lengua es un fenómeno social. Ocurre siempre con relación a un ‘otro’, a una comunidad con la que establecemos convenciones respecto a qué significan las palabras y cómo significan esas palabras. En este sentido, vale decir que nos pertenece a todos los que la hablamos. Y, en el caso de la lengua castellana, a la Real Academia Española (RAE).

¡Momento! ¿Por qué a la Real Academia Española? No parece muy lógico que la segunda lengua más hablada del globo (después del chino y antes del inglés) sea tan celosamente protegida por unos pocos señores enfurruñados. Pero menos sentido tiene cuando uno piensa que estos señores a veces se paran como caballeros templarios protegiendo algo que nadie, absolutamente nadie, está atacando.

Ah, ¿cómo? ¿Nuestros jóvenes no son como los peces descuidados y rebeldes? ¿No van por la vida con una promiscuidad lingüística escandalosa, escribiendo ke, komo, xq o todes? Sí, muchos sí. Los lectores se preguntarán cómo puede ser que permitamos semejante atropello.

Resulta que la lengua no es una foto, es una película en movimiento. Y la Real Academia Española no dirige la película, sólo la filma. A eso llamamos ‘gramática descriptiva’, que es el trabajo de delimitar un objeto de estudio (en este caso lingüístico) y dar cuenta de cómo ocurre más allá de las normas. Por eso, cuando un uso se aleja de lo que indican los manuales de la escuela, si es llevado a cabo por suficiente cantidad de personas y se hace lugar en determinados espacios, la RAE acaba incorporándolo al diccionario. Ese es su trabajo descriptivo. Luego informa al público y ahí todos horrorizados ponemos el grito en el cielo porque cómo van a admitir ‘la calor’ si es obvio, requete obvio, que el calor es masculino. Es EL calor.

¿Esto significa que podamos hacer lo que se nos antoja con la lengua? No. Hay cambios que el sistema simplemente no tolera. Uno puede comprarse todas las témperas del mundo y mezclarlas a su placer, pero no puede imaginar un nuevo color. Algunas partes de la lengua funcionan de la misma manera: por ejemplo, no es posible pensar el castellano sin categoría de sujeto (ese que en la escuela había que marcar separado del predicado y cuando no estaba se le ponía ‘tácito’ al costado de la oración). ¿Es culpa de la Real Academia que no nos deja? No, esta vez la pobre no hizo nada, es el sistema mismo del castellano el que no nos deja. Es simplemente imposible.

Pero entonces, si podemos usar la lengua como queramos e igual no se va a romper, ¿por qué hace falta tomarse el trabajo de formular normas y leyes? La gramática que no es descriptiva, la que se encarga de definir qué está bien y qué está mal, se llama gramática normativa y existe por una razón: las normas son necesarias para poder analizar una lengua, sistematizarla y enseñarla mejor a las siguientes generaciones.

Lo importante en este punto es comprender que el castellano no puede ser atacado, o que en todo caso sabe defenderse solo (se dobla y se adapta como el junco, pequeño saltamontes) porque está en permanente movimiento. Cada generación cree que la lengua de sus padres es pura y prístina mientras que la de sus hijos es una versión degenerada de aquella. Pero antes de hablar castellano rioplatense hablábamos otra variante del castellano moderno. Y antes de eso, hablábamos el castellano de Cervantes, y antes de eso las lenguas romances que fermentaron con la disolución del Imperio Romano, y antes de eso latín vulgar y antes del latín vulgar pululaban las lenguas indoeuropeas y antes de eso vaya uno a saber qué. Lo único que podemos saber a ciencia cierta es que la versión más pura, prístina y primigenia de cualquier lengua son unos gruñidos apenas articulados en el fondo de una caverna.

Las Glosas Emilianenses son uno de los registros más antiguos que tenemos del castellano. Se trata de anotaciones al margen en un códice escrito en latín, hechas por monjes del Siglo X u XI, para clarificar algún pasaje. Como se ve al costado, gracias a la glosa ahora el pasaje quedó clarito clarito.

Sirva como ejemplo la siguiente curiosidad: los españoles que llegaron a América durante la Conquista todavía utilizaban el voseo en sus dos vertientes: como forma reverencial y de confianza. Decían “Vuestra Majestad” o decían, por ejemplo, “¿Desto vos mesmo quiero que seáis el testigo, pues mi pura verdad os hace a vos ser falso y mentiroso?” (porque aguante citar el Quijote). Ese ‘vos’ arraigó en América, en parte a través de la literatura y en parte porque los españoles lo usaban reverencialmente entre ellos como modo de diferenciarse de los nativos. El tiempo pasó y hoy millones de personas lo usamos sin ningún tipo de reverencia ni distinción de clase, sin embargo, el voseo comenzó a desprestigiarse en el siglo XVI en la mismísma España, donde el castellano se decantó por el ‘tú’ sin que a nadie se espantara por eso. Lo cual demuestra que la lengua está en permanente cambio, pero ocurre tan lentamente que nos genera la sensación de permanecer detenida. Indignarse por ello sería como si los pececitos de la historia de Foster Wallace se indignasen porque el agua, que hasta recién ni sabían que existía, los está mojando.

Ahora bien, si llegado este punto los lectores de esta nota han aceptado las nociones básicas sobre el funcionamiento de la mismísima lengua que están leyendo, es momento de confesar que ha sido todo parte de una estratagema introductoria. Es hora de cruzar al otro lado del espejo y hablar de un tema un poco más controversial: el lenguaje inclusivo.

Bienvenides a la verdadera nota, estimades lecteres.

Las formas del agua

Una de las capacidades más poderosas de cualquier lengua es la capacidad de nombrar. Poner nombres, categorizar, implica ordenar y dividir. Y desde que nacemos (incluso antes), las personas somos divididas en varones y mujeres. Nos nombran en femenino o masculino, se refieren a nosotres utilizando todos los adjetivos en un determinado género. Muchísimo antes de que nuestro cuerpo tenga cualquier tipo de posibilidad de asumir un rol reproductivo, aprendemos que es diferente ser varón o mujer, y nos identificamos con los unos o las otras. Los nenes no lloran, las nenas no juegan a lo bestia ensuciándose todas. Para cuando podemos responder ‘qué queremos ser cuando seamos grandes’, nuestras preferencias, auto proyecciones y deseos ya tienen una enorme carga de los esquemas simbólicos que nos rodean.

A esa inmensa construcción social, que se erige sobre la manera en que la sociedad da importancia a ciertos rasgos biológicos (en este caso relacionados con los órganos sexuales y reproductivos), es a lo que refiere el concepto de ‘género’. Lo que los estudios sobre el tema han teorizado y documentado es que la división de géneros no es una división neutral, sin jerarquías: por el contrario, las diferentes características y los diferentes mandatos que se atribuyen a una persona según su género devienen, a su vez, en desigualdades que giran, spoiler alert, en torno a una predominancia de los individuos masculinos.

Haber identificado que esas desigualdades tienen su correlato en el modo en el que hablamos es lo que motivó, unas cuantas décadas atrás, que se plantee desde el feminismo y desde algunos ámbitos académicos y oficiales la importancia de revisar el uso del lenguaje sexista. ¿Qué es el lenguaje sexista? Es nombrar ciertos roles y trabajos sólo en masculino; referirse a la persona genérica como ‘el hombre’ o identificar lo ‘masculino’ con la humanidad; usar las formas masculinas para referirse a ellos pero también para referirse a todes, dejando las formas femeninas sólo para ellas; nombrar a las mujeres (cuando se las nombra) siempre en segundo lugar.

Las indeseables consecuencias de esta desigualdad lingüística se traducen en lo que el sociólogo Pierre Bourdieu define como ‘violencia simbólica’, y esto nos sirve para comprender uno de los mecanismos que perpetúan la relación de dominación masculina.

La violencia simbólica tiene que ver con que nos pensemos a nosotres mismes, al mundo y nuestra relación con él, con categorías de pensamiento que, de algún modo, nos son impuestas, y que coinciden con las categorías desde las que le dominader define y enuncia la realidad. Se produce a través de los caminos simbólicos de la comunicación y del conocimiento, y consigue que la dominación sea naturalizada. Su poder reside precisamente en que es ‘invisible’. De nuevo, como el agua, se vuelve parte de la realidad y ni nos damos cuenta que está ahí.

Pero la violencia simbólica de la que habla Bourdieu no constituye, como a veces se malinterpreta, una dimensión opuesta a la violencia física, ‘real’ y efectiva. Es, en realidad, un componente fundamental para la reproducción de un sistema de dominio donde les dominades no disponen de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparten con les dominaderes, tanto para percibir la dominación como para imaginarse a sí mismes. O, mejor dicho, para imaginar la relación que tienen con les dominaderes.

Revertir esto requiere algo así como una ‘subversión simbólica’, que invierta las categorías de percepción y de apreciación de modo tal que les dominades, en lugar de seguir empleando las categorías de les dominaderes, propongan nuevas categorías de percepción y de apreciación para nombrar y clasificar la realidad. Es decir, proponer una nueva representación de la realidad en la cual existir.

Existir a través del lenguaje

Pero la sociología no está sola en esto: desde el palo de la lingüística, en los años ‘50 vio la luz una teoría que proponía que la lengua ‘determinaba’ nuestra manera de entender y construir el mundo o, por lo menor, modelaba nuestros pensamientos y acciones. Era la famosa teoría Sapir-Whorf.

Durante mucho tiempo, la idea de que la lengua que hablamos podía moldear el pensamiento fue considerada en el mejor de los casos incomprobable y, con más frecuencia, sencillamente incorrecta. Pero lo cierto es que la discusión se mantenía principalmente en el plano de la reflexión abstracta y teórica. Con la llegada de nuestro siglo resurgieron las investigaciones acerca de la relatividad lingüística y, de la mano, comenzamos a disponer de evidencias acerca de los efectos de la lengua en el pensamiento. Diferentes investigaciones recolectaron datos alrededor del mundo y encontraron que las personas que hablan diferentes lenguas también piensan de diferente manera, y que incluso las cuestiones gramaticales pueden afectar profundamente cómo vemos el mundo.

Todo muy lindo ¿Y la evidencia?

Para empezar, Daniel Cassasanto y su equipo encontraron evidencia, como resultado de 3 experimentos, de que las metáforas espaciales (las del tipo ‘la espera se hizo muy larga’) en nuestra lengua nativa pueden influenciar profundamente el modo en que representamos mentalmente el tiempo. Y que la lengua puede moldear incluso procesos mentales ‘primitivos’ como la estimación de duraciones breves.

Y no fueron les úniques, otros equipos, como este, este, este, este y este, encontraron que la lengua con la que hablamos tiene mucho que ver con la forma en que pensamos en el espacio, el tiempo y el movimiento. Por otro lado, un estudio de Jonathan Winawer y su equipo aporta que las diferencias lingüísticas también provocan diferencias al momento de distinguir colores: es más fácil para une hablante distinguir un color (de otro) cuando existe una palabra en su idioma para nombrar ese color que cuando no existe esa palabra. Quien quiera celeste, que lo pronuncie.

Arriba se ven los 20 tonos de azul utilizados en el estudio sobre la capacidad de distinguir colores según la lengua hablada por los participantes. Abajo de la paleta completa vemos un ejemplo de la imagen del ejercicio: los sujetos debían distinguir cuál de los dos cuadrados de abajo era idéntico al de arriba. A partir de Winawer.

Pero ¿no estábamos hablando de género? Sí, sí, a eso vamos:

Se supone que el género de una palabra (masculino/femenino) no siempre diferencia sexo. Lo hace en algunos sustantivos como señor y señora, perro y perra, carpintero y carpintera, que remiten siempre a seres animados y sexuados. Pero, en general, el género en la mayoría de las palabras no es algo que se agrega al significado, es inherente a la palabra misma y sirve para diferenciar otras cosas: diferencia tamaño en cuchillo y cuchilla, diferencia la planta del fruto en manzano y manzana, diferencia al individual del plural en leño y leña. En ese caso, se las considera palabras diferentes y no variaciones de una misma palabra. Otras veces, ni siquiera sirve para diferenciar nada porque muchas palabras tienen su forma en femenino y no existen en masculino, y viceversa. En esos casos, el género sólo sirve para saber cómo usar las otras palabras que rodean y complementan a esa palabra. Por ejemplo ‘teléfono’ existe sólo en masculino. No es posible decir ‘teléfona’, y sin embargo necesitamos ese masculino para saber decir que el teléfono es ‘rojo’ y no ‘roja’.

O sea que el género funciona de muchas formas en castellano y no solamente como un binomio para decidir si las cosas son de nene o de nena. Pero lo que vuelve verdaderamente interesante el asunto, por muy gramátiques que queramos ponernos en el análisis, es que el género del castellano tiene siempre una carga sexuada, aunque remita a simples objetos. ¡No puede ser! ¿Puede ser?

Sí, puede ser

Webb Phillips y Lera Boroditsky se preguntaban si la existencia de género gramatical para los objetos, presente en idiomas como el nuestro pero no en el inglés, tenía algún efecto en la percepción de esos objetos, como si realmente tuviesen un género sexuado. Para resolverlo, diseñaron algunos experimentos con hablantes de castellano y alemán, dos lenguas que atribuyen género gramatical a los objetos, pero no siempre el mismo (o sea que el nombre de algunos objetos que son femeninos en un idioma, son masculinos en el otro). Los resultados de 5 experimentos distintos mostraron que las diferencias gramaticales pueden producir diferencias en el pensamiento.

En uno de esos experimentos buscaron poner a prueba en qué medida el hecho de que el nombre de un objeto tuviese género femenino o masculino llevaba a les hablantes a pensar en el objeto mismo como más ‘femenino’ o ‘masculino’. Para ello les pidieron a les participantes que calificaran la similitud de ciertos objetos y animales con humanes varones y mujeres. Se eligieron siempre objetos y animales que tuvieran géneros opuestos en ambos idiomas y las pruebas fueron realizadas en inglés (un idioma con género neutro para designar objetos y animales) a fin de no sesgar el resultado. Les participantes encontraron más similitudes entre personas y objetos/animales del mismo género que entre personas y objetos/animales de género distinto en su idioma nativo.

En otro estudio de Lera Boroditsky se hizo una lista de 24 sustantivos con género inverso en castellano y alemán, que en cada idioma eran la mitad femeninos y la mitad masculinos. Se les mostraron los sustantivos, escritos en inglés, a hablantes natives de castellano y alemán, y se les preguntó sobre los primeros tres adjetivos que se les venían a la mente. Las descripciones resultaron estar bastante vinculadas con ideas asociadas al género. Por ejemplo, la palabra llave es masculina en alemán. Les hablantes de ese idioma describieron en promedio las llaves como duras, pesadas, metalizadas, útiles. En cambio, les hablantes de castellano las describieron como doradas, pequeñas, adorables, brillantes y diminutas. A la inversa, la palabra puente es femenina en alemán y les hablantes de ese idioma describieron los puentes como hermosos, elegantes, frágiles, bonitos, tranquilos, esbeltos. Les hablantes de castellano dijeron que eran grandes, peligrosos, fuertes, resistentes, imponentes y largos.

También los resultados de María Sera y su equipo encontraron que el género gramatical de los objetos inanimados afecta las propiedades que les hablantes asocian con esos objetos. Experimentaron con hablantes de castellano y francés, dos lenguas que, aunque usualmente coinciden en el género asignado a los sustantivos, en algunos casos no lo hacen. Por ejemplo, en las palabras tenedor, auto, cama, nube o mariposa. Se les mostró a les participantes imágenes de estos objetos y se les pidió que escogieran la voz apropiada para que cobrara vida en una película, dándoles a elegir voces masculinas y femeninas para cada uno. Los experimentos mostraban que la voz elegida coincidía con el género gramatical de la palabra con la que se designa a ese objeto en el idioma hablado por le participante.

Como si todo esto fuera poco, Edward Segel y Lera Boroditsky también señalan que puede verificarse la influencia del género gramatical en la representación de ideas abstractas analizando ejemplos de personificación en el arte, en la que se da forma humana a entidades abstractas como la Muerte, la Victoria, el Pecado o el Tiempo. Analizando cientos de obras de arte de Italia, Francia, Alemania y España, encontraron que en casi el 80% de esas personificaciones, la elección de una figura masculina o femenina puede predecirse por el género gramatical de la palabra en la lengua nativa de le artista.

Cuando la idea abstracta personificada tenía género gramatical femenino en la lengua de le artista, fue personificado como mujer en 454 casos de un total de 528. Es decir, se produjo congruencia del género gramatical con el de la personificación en el 85% de las obras. Cuando tenía género gramatical masculino, fue personificado como varón en 143 casos de 237 (60%).

Blancanieves y los siete mineros estereotípicamente masculinos

Hasta acá todo bien: hay una relación entre pensamiento y lengua, hay una vinculación entre género y sexo en la mente de les hablantes y hay evidencia al respecto. Pero puntualmente, ¿puede la lengua tener un efecto sobre la reproducción de estereotipos sexistas y relaciones de género androcéntricas (es decir, centradas en lo masculino)?

Bueno, sí. Por ejemplo, Danielle Gaucher y Justin Friesen se preguntaron si la lengua cumple algún rol en la perpetuación de estereotipos que reproducen la división sexual del trabajo. Para responderse, analizaron el efecto del vocabulario ‘generizado’ empleado en materiales de reclutamiento laboral. Encontraron que los avisos utilizaban una fraseología masculina (incluyendo palabras asociadas con estereotipos masculinos, tales como líder, competitivo y dominante) en mayor medida cuando referían a ocupaciones tradicionalmente dominadas por hombres antes que en áreas dominadas por mujeres. A la vez, el vocabulario asociado al estereotipo de lo ‘femenino’ (como apoyo y comprensión) surgía en medidas similares de la redacción tanto de anuncios para ocupaciones dominadas por mujeres como para las dominadas por varones.

Los anuncios laborales para ocupaciones dominadas por varones contenían más palabras estereotipadamente masculinas que los anuncios para ocupaciones dominadas por mujeres. En cambio, no había diferencia en la presencia de palabras estereotipadamente femeninas en ambos tipos de ocupaciones.

Por otro lado encontraron que, cuando los anuncios incluían más términos masculinos que femeninos, les participantes tendían a percibir más hombres dentro de esas ocupaciones que si se usaba un vocabulario menos sesgado, independientemente del género de le participante o de si esa ocupación era tradicionalmente dominada por varones o por mujeres. Además, cuando esto ocurría, las mujeres encontraban esos trabajos menos atractivos y se interesaban menos en postularse para ellos.

El equipo de Dies Verveken realizó tres experimentos con 809 estudiantes de escuela primaria (de entre 6 y 12 años) en entornos de habla de alemán y holandés. Indagaban si las percepciones de les niñes, sobre trabajos estereotípicamente masculinos, pueden verse influidas por la forma lingüística utilizada para nombrar la ocupación. En algunas aulas presentaban las profesiones en forma de pareja (es decir, con nombre femenino y masculino: ingenieros/ingenieras, biólogos/biólogas, abogados/abogadas, etc.), en otras en forma genérica masculina (ingenieros, biólogos, abogados, etc.). Las ocupaciones presentadas eran en algunos casos estereotipadamente ‘masculinas’ o ‘femeninas’ y en otros casos neutrales. Los resultados sugirieron que las ocupaciones presentadas en forma de pareja (es decir, con título femenino y masculino) incrementaban el acceso mental a la imagen de mujeres trabajadoras en esas profesiones y fortalecían el interés de las niñas en ocupaciones estereotipadamente masculinas.

Estos son sólo algunos de los muchos estudios realizados. Si algune se quedara con ganas de más, otros estudios (como este, este, este o este) añaden evidencia sobre cómo les niñes interpretan como excluyentes los títulos de oficios o profesiones marcados por género y cómo, en general, el uso de un pronombre masculino para referirse a todes favorece la evocación de imágenes mentales desproporcionadamente masculinas. O incluso, cómo esos genéricos no tan genéricos pueden tener efectos sobre el interés y las preferencias por ciertas profesiones y puestos de trabajo entre las personas del grupo que ‘no es nombrado’, llevando a que puedan autoexcluirse de entornos profesionales importantes.

¿Y entonces qué hacemos?

Es en esta línea que puede comprenderse mejor la relevancia de los esfuerzos del feminismo por introducir usos más inclusivos de la lengua. Muchos se han ensayado, empezando por la barrita para hablar de los/as afectados/as, los/as profesores/as, los/as lectores/as. Pero esta solución tiene algunos problemas. Primero, la lectura se tropieza con esas barritas que saltan a los ojos como alfileres. Por otro lado, supone que la multiplicidad de géneros del ser humano puede reducirse a un sistema binario: o sos varón, o sos mujer.

Otras soluciones fueron incluir la x (todxs) o la arroba (tod@s) en lugar de la vocal que demarca género, pero la arroba era demasiado disruptiva ya que no pertenece al abecedario y además rompe el renglón de una manera distinta al resto de los signos. La x, por otro lado, sigue utilizándose, pero al igual que la arroba, plantea un problema fonético importante ya que nadie sabe muy bien cómo debe pronunciarla. Hay quienes (por ejemplo, la escritora Gabriela Cabezón Cámara) ven en ello una ventaja: lo disruptivo, lo que incomoda, es justamente lo que atrae las miradas sobre el problema de género que ese uso de la lengua busca denunciar, es la huella de una pelea, la marca de una puesta en cuestión.

Hasta ahora, la propuesta que parece tener mejor proyección a futuro para ser incorporada sin pelearse demasiado con el sistema lingüístico es el uso de la e como vocal para señalar género neutro. Como el objetivo es dejar de referirnos a todes con palabras que sólo nombran a algunes, no necesitamos usarla para referirnos a absolutamente todo, es decir: no vamos a empezar a sentarnos en silles ni a tomarnos le colective cada mañane. Pero si estamos hablando de personas (u otres seres animades a les que les percibimos una identidad de género), nos habilita una posibilidad para hablar de manera verdaderamente inclusiva. De todos modos, esta tampoco es una solución libre de problemas: implica entre otras cosas la creación de un pronombre neutro (‘elle’) y de un determinante (‘une’). Pero excepciones más raras se han hecho y aquí estamos todavía, comiendo almóndigas entre los murciégalos.

Algunas voces que patalean indignadas contra estas iniciativas señalan que esas propuestas ‘destruyen el lenguaje’. Y no falta la apelación a la autoridad: es incorrecto porque lo dice la Real Academia Española. Pero, como le lecter ya sabe, lo que diga la Real Academia Española sobre este tema nos tiene sin cuidado. Con todo respeto. Muy lindo el diccionario.

Otra de las fuertísimas resistencias a este tipo de propuestas es la de quienes sencillamente niegan que exista algún tipo de relación entre la lengua y los mayores o menores niveles de equidad de género. Aunque recién comentamos evidencias empíricas que sugieren que esa relación sí existe, se suele hacer referencia a la cuestión, también empírica, de que en aquellas regiones en las que se hablan lenguas menos sexuadas, por ejemplo con un genérico verdaderamente neutral, a menudo se verifica mayor inequidad de género que en otros países.

Un aporte interesante en esa línea es el trabajo de Mo’ámmer Al-Muhayir, que compara el árabe clásico, islandés y japonés, y muestra que el sexismo de la lengua no parece correlacionar con la inequidad de género. El árabe clásico utiliza el género femenino para los sustantivos en plural, sin importar el género de ese mismo sustantivo en singular. Y sin embargo, se trata de una de las lenguas más conservadoras del planeta, y en más de una de las sociedades en las que se habla (como Arabia Saudí o Marruecos), difícilmente podamos decir que hay igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El islandés, por otra parte, es uno de los idiomas que menos cambios han sufrido a lo largo de los siglos, manteniéndose casi intacto debido a políticas de lenguaje sumamente conservadoras (no adquieren términos extranjeros sin antes traducirlos de alguna manera con raíces de palabras islandesas), y corresponde a una de las sociedades más avanzadas en cuanto al lugar que ocupa la mujer. Y el japonés directamente no tiene género gramatical, pero esta maravilla de la gramática inclusiva tiene lugar en el seno de una de las sociedades más estereotípicamente machistas que conocemos.

A partir de imagen de The economist, the glass ceiling index (o sea, el índice de techo de cristal, que mide equidad de género en el mercado de trabajo).

Sin embargo, la investigación empírica aporta indicios de que los sustantivos ‘neutrales’ y los pronombres de lenguas sin división gramatical genérica pueden tener de todas formas un sesgo masculino encubierto. Así, aunque eviten el problema de una terminología masculina genérica, incluso los términos neutrales pueden transmitir un sesgo masculino. Esto supone, además, la desventaja de que ese sesgo no podría ser contrarrestado añadiendo deliberadamente pronombres femeninos o terminaciones femeninas, porque en esas lenguas esa forma simplemente no existe. Se dificultan entonces las iniciativas de ‘subversión simbólica’ de las que habla Bourdieu. Eso concluye, por ejemplo, el trabajo de Mila Engelberg a partir del análisis del finlandés, una lengua que incluye términos aparentemente neutros en cuanto al género pero que, en los hechos, connotan un sesgo masculino. Y al no poseer género gramatical, no existe la posibilidad de emplear pronombres o sustantivos femeninos para enfatizar la presencia de mujeres. La autora señala que esto podría implicar que el androcentrismo en lenguas sin género puede incluso aumentar la invisibilidad léxica, semántica y conceptual de las mujeres. Algo muy similar encuentra Friederike Braun en su estudio con la lengua turca, cuya falta de género gramatical no evita que les hablantes de turco comuniquen mensajes con sesgos de género.

Un hit argentino

Por muchas guías que se hayan publicado para el uso no sexista del lenguaje, al menos cuando se trata de la lengua castellana, la cuestión no está en absoluto resuelta. Desde lingüistas hasta ciudadanes de a pie, las resistencias son diversas. Que si duele en los ojos, si entorpece el habla, si es ‘correcto’, si conduce a abandonar la lectura del texto y el infaltable ‘es irrelevante’. Que la verdadera lucha debería centrarse en transformar ‘el mundo real’. Que la lengua sólo refleja relaciones que son ‘extralingüísticas’. Que modificar la lengua ‘por la fuerza’ sólo es una cuestión de ‘corrección política’ que desvía la atención del problema central y hasta lo enmascara. Pero les lecteres que hayan llegado a este punto habrán atravesado media nota escrita de forma tradicional y media nota escrita con lenguaje inclusivo, de modo que además de toda la evidencia expuesta sobre la relación entre lengua y pensamiento, podrán evaluar también cuán traumática ha sido (o no) la experiencia, y preguntarse dónde ancla verdaderamente el origen de esa resistencia, de esa desesperación por preservar intacta la lengua.

Mientras tanto, la disputa por el lenguaje continúa. Y de todas las formas que puede tomar este problema, acaso la más emblemática sea el uso de falsos genéricos, es decir, términos exclusivamente masculinos o femeninos, utilizados genéricamente para representar tanto a hombres como a mujeres, como cuando decimos ‘los científicos’: técnicamente podríamos estar refiriéndonos a científiques (varones, mujeres, etc.), aunque también diríamos ‘los científicos’ si quisiéramos referirnos sólo a los que son varones. En cambio, sólo usaríamos ‘las científicas’ para hablar de las que son mujeres.

Marlis Hellinger y Hadumod Bußmann explican que la mayoría de los falsos genéricos son masculinos y que los únicos idiomas conocidos en los que el genérico es femenino están en algunas lenguas iroquesas (Seneca y Oneida), así como algunas lenguas aborígenes australianas. En castellano, incluso los sustantivos comunes en cuanto al género, como ‘artista’ o ‘turista’, que se mantienen invariables sin importar si se refieren a un varón o una mujer, acaban señalando el género de lo que nombran a partir de las otras palabras que los complementan (adjetivos, artículos, etc.). Entonces, de nuevo, para referirnos a grupos mixtos, recurrimos al género que los nombra sólo a ellos. Tal vez los únicos genéricos genuinos que tenemos sean los llamados sustantivos epicenos como, por ejemplo, ‘persona’ o ‘individuo’, que no sólo van a mantenerse invariables (no hay ni persono ni individua) sino que ni siquiera tienen la posibilidad de marcar el género en el adjetivo (porque aunque una persona sea varón, nunca será ‘persona cuidadoso’, ni la mujer será ‘individuo cuidadosa’).

Pero un poco como lo que comentábamos arriba, un genérico con sesgo machista puede suponer un problema incluso más difícil de visibilizar y ‘subvertir’. Un hit argentino en este sentido es el debate por la palabra presidente:

Una nota de Patricia Kolesnikov recupera un breve diálogo en una mesa, en la cual un señor explicaba por qué está mal decir presidenta. Las razones gramaticales del señor eran inapelables: Presidente es como cantante. Aunque parece un sustantivo es otro tipo de palabra, un participio presente, o lo que quedó de los participios presentes del latín. Una palabra que señala a quien hace la acción: quien preside, quien canta. Justamente, no tiene género. ¿Vas a decir la cantanta?” Kolesnikov cuenta que hubo un momento de duda en la mesa, hasta que la escritora Claudia Piñeiro, con sabiduría de pez que conoce el agua, respondió: “¿Y sirvienta tampoco decís? ¿O presidenta no pero sirvienta sí?”

Anécdotas como esta nos recuerdan que la lengua es maleable y que apoyar o rechazar un uso disruptivo, que tiene por objeto reclamar derechos larga e injustamente negados, es una decisión política, no lingüística. Que si se busca un mundo más igualitario, la lengua no es una clave mágica para conseguirlo, pero tampoco se lo puede negar como espacio de disputa. Y que mientras las estadísticas de femicidios crecen y el sueldo promedio de las trabajadoras permanece por debajo del de ellos, conviene no indignarse si alguien mancilla un poquitito las blancas paredes del lenguaje.

La lengua rapa nui en peligro de extinción

Fuente original: La lengua rapa nui en peligro de extinción

Hoy solo el 16% de los menores de 12 años de la isla hablan el idioma, un fenómeno que incluso tiene a las autoridades locales copiando el modelo neozelandés que está recuperando el maorí.


En la cocina de Vicky Haoa hay un letrero que advierte “Aquí se habla rapa nui”. Es una forma clara y explícita de recordar a quién visite su casa que ellas es una isleña preocupada y ocupada de revitalizar la lengua de sus ancestros.

Esta mujer, tecnóloga médica de profesión, miembro de la Academia de la Lengua de Isla de Pascua y declarada por la Unesco como Tesoro Humano Vivo, explica que lamentablemente la mayoría de los adolescentes, jóvenes y adultos jóvenes de la isla no hablan la lengua rapa nui. Se estima que solo unas dos mil, de las seis mil personas que habitan en ella, hablan.

El problema viene desde hace mucho años pero ahora se ha hecho más latente. Cuando se nos prohibió hablar el idioma, se comenzó a hablar menos. Hoy, los abuelos son los que manejan la lengua. Pero los padres no le enseñaron a los hijos, entonces tenemos una generación de menores de 30 años que no la habla o que no le habla a sus hijos porque no saben. Con mi nieto tengo una batalla diaria”, dice Haoa.

A comienzos de este año, se dio a conocer una encuesta realizada por Unesco y el Ministerio de Educación. Este trabajo es parte de los esfuerzos que se están haciendo por revitalizar la cultura y la lengua de este pueblo. La encuesta sociolingüística, en la que participaron más 500 y que se hizo en rapa nui, mostró que más del 70% de las personas rapa nui de mayor edad (65 años o más) tiene un nivel alto de competencia lingüística, pero este nivel baja mientras más jóvenes son. Así, en los niños de 8 a 12 años, solo el 16,7% alcanzó un nivel alto.

Orgullosos de sus tradiciones,varias iniciativas se están tomando la isla para evitar que su lengua muera. A fines del año pasado, el Concejo Municipal de Isla de Pascua aprobó, por unanimidad, una nueva ordenanza en la que se declara la lengua rapa nui como idioma oficial con el fin de protegerla y garantizar su uso público y al mismo tiempo, proteger los derechos lingüísticos de los hablantes y garantizar la no discriminación por hablar una lengua originaria. Así, en todos las oficinas y actos públicos deben ser en esta lengua.

Para el alcalde de la Isla Pedro Edumunds la ordenanza es un reflejo de lo que quieren sus habitantes: valorar la cultura, la lengua. “De a poco lo estamos consiguiendo”, dice. Prueba de ello es Hoŋa’a Re’o Rapa Nui , un jardín infantil que significa “nido” y que comenzó a funcionar en mayo del año pasado. En el nido, los niños más chicos tienen dos años, lo más grandes, cuatro. “La idea es que el jardín vaya creciendo con ellos y seamos un colegio que solo hable rapa nui. El próximos años, si nos aprueban los dineros, vamos a tener 10 cupos más”, dice Haoa.

En el colegio intentan que los más chico y también con los papás hablen la lengua, para que no sientan que es algo que solo se hace en el colegio, como aprendizaje tienen que saber que es su lengua materna y eso se habla también en la casa. Las reuniones de apoderado son en rapa nui y envían tareas a la casa para que puedan ser realizadas con los papas e incluyen grabaciones para que puedan también oír ¿Evaluación? Según Haoa funciona de a poco. “Algunos papás se justifican diciendo que hay mucho trabajo en casa”.

Lo que pasa con la lengua rapa nui puede ser parecido a lo que ocurre con el resto de la población indígena pero no hay forma de saberlo. Elisa Loncon, académica de la U. de Santiago y experta en Cultura e Idiomas Originarios, dice que es imposible saber el problema que existe en Chile con las otras lenguas originarias porque nunca se ha hecho un “censo lingüístico como el que se hizo en Rapa Nui. Según un estudio del Centro de Estudios Públicos (CEP) del año 2016 la población mapuche que habla mapuzungún está disminuyendo: si en 2006 un 56% de los mapuches dijo no hablar ni entender su lengua, hace dos años era el 67%.

“El problema es que este tipo de datos o los que entrega la Casen son preguntas en castellano y en el que pides que la persona te diga si habla o no, pero no es en la lengua para saber su nivel de comprensión y uso. No sabemos con certeza quiénes hablan una lengua indígena y quiénes no. Las personas tienen cierta resistencia a decir soy hablante. La tendencia normal después de tanta discriminación es dejar de hablar o decir que no lo hace”, dice Loncon.

Hay personas que enseñan mapuzungún y con la llegada de migrantes bolivianos, también se están haciendo cursos de aymara y quechua, pero enseñarlas es difícil, cuenta la académica. “Enseñar una lengua no es lo mismo que hablarla. Esa persona debe tener una especialidad académica, requiere preparación en el método de enseñanza de una segunda lengua, saber de fonética, dialéctica, pragmática. Se debe investigar y capacitar a quién enseña”, señala.

Un buen ejemplo

En este momento, una comitiva de profesionales está en Nueva Zelanda. Según explica Haoa, “son coordinadores que trabajan en la municipalidad, profesores y educadores tradicionales que están observando cómo lo han hecho los maoríes para retomar su lengua, queremos aprender de ellos. Los maoríes tenían dos generación que no hablaban la lengua y lo están logrando”.

“Las estaciones de radio y el canal que funciona en la isla, tocan música rapa nui pero todos los programas son en español. En las calles no se habla mucho. Tenemos que ser creativos, a lo mejor dar becas a los jóvenes que hablen el idioma. Faltan personas que se capaciten y nos ayuden a enseñar”, insiste Haoa.

“Un idioma está condenado a muerte si pierde el tren digital”. Noticias de Gipuzkoa

Fuente original: “Un idioma está condenado a muerte si pierde el tren digital”. Noticias de Gipuzkoa

Andras Kornai Lingüista computacional.

El matemático y lingüista computacional húngaro Andras Kornai lleva años investigando un fenómeno que define como “la muerte digital de los idiomas”

Una entrevista de Idoia Alonso Fotografía Pablo Viñas – Viernes, 9 de Noviembre de 2018.

Como matemático, Andras Kornai “solo” conocía una docena de idiomas, sin contar el lenguaje formal y el computacional, pero la lectura de The World’s Mayor Languages (1990), de Bernard Comrie, supuso una revelación porque tomó conciencia que existen más de 7.000 lenguas en el mundo.

Como estudiante de Lingüística se acercó a cientos y cientos de idiomas pero solo fue consciente periféricamente de que muchos ellos estaban en peligro de extinción. Y como lingüista computacional, Kornai regresó a la casilla de salida. Desde entonces, este húngaro estudia lo que ha llamado “muerte digital de los idiomas”. Años después, se ha convertido en una referencia mundial en lo que concerniente a la vitalidad digital de las lenguas. El pasado miércoles su ponencia abrió la décima edición de las jornadas de la Sociolingüística Vasca organizadas por Soziolinguistika Klusterra.

¿El entorno digital es una amenaza o una oportunidad para las lenguas minoritarias?

-Creo que es una gran oportunidad. En el entorno digital hay conocimientos como las matemáticas, la medicina, la historia, la ciencia que son internacionales… Los únicos saberes que realmente tienen una dimensión nacional son la lengua, la cultura o las artes porque dependen de la lengua, la cultura y las artes de un lugar concreto. Por tanto, el entorno digital es una oportunidad para ellas. Para las computadoras todos somos diferentes y te dan una nueva perspectiva ya que cuando observan las lenguas ven unas similitudes entre ellas que el ojo humano no puede ver. Analizar las lenguas desde la lingüística computacional te da una perspectiva global que el análisis humano no alcanzaría.

¿Cómo definiría el estado de salud del euskera en este entorno digital?

-La situación del euskera es muy buena porque indicadores como la presencia del euskera en Wikipedia, el tráfico de datos en Internet, traductores digitales, etc. lo sitúan a la par de idiomas como el húngaro, aunque tiene diez veces más hablantes. Me parece que los agentes que están trabajando en este entorno con el euskera van en la buena dirección.

¿Los gobiernos entienden la importancia de apoyar las lenguas propias en la era digital?

-Creo que ciertos gobiernos tienen una actitud anticiencia, muchas veces solo miran al pasado, al origen de las lenguas. El húngaro está relacionado con la familia ugrofinesa, con el turco… pero eso no es lo importante porque eso es el pasado, hay que mirar al futuro y el futuro es digital.

¿Cuáles son los factores que contribuyen a la supervivencia de un idioma en la era de Internet?

-Lo más importante es que en la educación superior se pueda estudiar toda la carrera en euskera. Y luego está el inglés, que es la lengua de la ciencia. Quiero decir que es vital que a nivel universitario se pueda hacer en euskera todo lo que se hace en castellano. Es importante formar a gente buena en lenguaje y tecnología computacional. Es importante enviar a los mejores estudiantes de doctorado a las universidades de prestigio y grandes centros de lenguaje computacional como Stanford, Jhons Hopkins, Edimburgo u otros grandes programas que se desarrollan en Estados Unidos y Europa para que se sigan formando y luego retornen para transferir lo que han aprendido y lo apliquen aquí con el euskera. Hay que dar a los jóvenes la oportunidad de salir para luego regresar y ayudar.

¿Una lengua está sentenciada a muerte si no está en Wikipedia?

-Sí, básicamente sí. Si una lengua no está en Wikipedia significa su muerte digital, aunque hay algunas lenguas que están en Wikipedia y que no hay nada detrás porque no tienen una comunidad viva que la alimente. Pero por lo que he visto la situación del euskera es buena.

Afirma que el 95% de las 8.000 lenguas y dialectos que existen en el mundo no han dado el paso digital ni probablemente estén en condiciones de hacerlo a corto plazo. ¿Estamos a las puertas de un apocalipsis cultural?

-No solo cultural, sino también biológica. Dentro de un siglo muchas de las especies estarán muertas, habrá una pérdida de diversidad impresionante y a nivel de las lenguas será trágico. Solo sobrevivirán unos 200 idiomas en la próxima centuria;el euskera entre ellos, afortunadamente. Siendo optimistas, solo sobrevivirán entre 150-200 idiomas y es un horizonte trágico. No sé si la palabra adecuada de lo que está sucediendo es apocalipsis o más bien una pérdida de diversidad dramática que nos conduce inexorablemente a la monoculturalidad.

¿Los síntomas de la muerte de un idioma guardan relación con los síntomas de su muerte digital?

-El futuro es digital y, si se pierde ese tren, ese idioma está condenado a muerte. Hay varias señales que indican la muerte inminente de una lengua. En primer lugar, la falta de función. Cuando los idiomas no son útiles para comunicarse, para el comercio, la educación… La falta de prestigio se ve reflejada por las generaciones más jóvenes que dicen: Eso es cosa de viejos;o la falta de competencia de los semihablantes que tienden a simplificar la gramática, por lo que hay que seguir con la educación. Por otro lado, está la reducción de la comunidad lingüística y su progresivo envejecimiento. Y por último está la función identitaria. Esto es algo que pasa, por ejemplo, con la comunidad griega en Estados Unidos: jóvenes de tercera, cuarta y quinta generación que se sienten muy griegos pero que solo hablan inglés.

¿Cuáles son las claves para que una lengua sobreviva en la era digital?

-Es muy difícil ser sintético porque cada lengua necesita unas medidas. El Join the digital language project, en el que participa Elhuyar entre otras organizaciones europeas, clasifica las lenguas por su situación y da recomendaciones para cada una. El euskera ya ha desarrollado algunas de esas recomendaciones como la estandarización de la ortografía, traducir a los clásicos, la gramática… Pero ahora estamos en el punto que estamos y, por ejemplo, os toca a vosotros desarrollar en euskera asistentes digitales como Siri (Apple) o Alexa (Amazon) porque a los gigantes de la red no les interesa económicamente una comunidad lingüística tan pequeña como la vasca.

¿Por qué no existe una lengua de signos universal?  – Anuario de Glotopolítica

Fuente original: ¿Por qué no existe una lengua de signos universal?  – Anuario de Glotopolítica

En el mundo hay más de 300 lenguas de signos, según datos de la Federación Mundial de Personas Sordas. Comparado con las casi 7.000 lenguas orales que existen, esta cifra es relativamente pequeña. Sin embargo, a menudo surge la pregunta: ¿por qué no hay una lengua de signos universal?

En primer lugar, “no existe una lengua de signos por cada lengua oral, ya que han ido evolucionando de forma natural a través del contacto entre personas, no necesariamente de forma paralela a la lengua hablada”, recuerdan desde la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE). En el caso de España, están reconocidas de forma oficial la lengua española y la catalana.

“Las lenguas forman parte de una cultura, por tanto es lógico que haya diversidad”, comenta Alejandra Mariño Pérez, intérprete de la lengua de signos y técnico pedagoga en Menorca (Islas Baleares).

Las lenguas de signos, de la misma forma que las orales, han ido evolucionando de acuerdo con las necesidades de cada cultura: “No será el mismo signo para definir ‘comida’ si estás en China y usas palillos, que si estás en España y comes con tenedor”, añade la intérprete.

La lengua materna de Alejandra Mariño, nacida en Galicia, es la signada, pues tanto su madre como su padre eran sordos. “Mi padre, José Mariño, con 18 años se recorrió pueblo por pueblo todo Vigo en busca de personas sordas, así contribuyó a crear la Asociación de Sordos de Vigo, de la que fue presidente durante 21 años”.

La educadora recuerda cómo han cambiado las cosas desde que era pequeña: “Cuando mi madre, Francisca, quería hablar con su amiga, también sorda, yo era la que tenía que llamar por teléfono a la madre de esta para dar el recado. Yo era una niña pequeña hablando con una señora mayor para establecer una comunicación entre dos mujeres adultas”. Ahora, con las nuevas aplicaciones de mensajería instantánea y de videollamada la comunicación se ha simplificado enormemente.

Orales o signantes

Mariño es una gran defensora de la lengua signada y se queja de una creciente comunidad pro oralista. Esta hace hincapié en que el niño sordo aprenda a leer los labios, relegando el papel de la lengua de signos a un lugar secundario o directamente excluyéndola de la educación.

“Los padres buscan la mejor solución para sus hijos y tienen miedo de que si se les enseña la lengua de signos, no quieran aprender a hablar”. Mariño afirma que hoy en día, con el “aprendizaje multidisciplinar” esto no ocurre, ya que los niños también aprenden la lengua oral.

“La lengua de signos forma parte de la identidad de la personas sordas. Las no signantes no tienen un punto de referencia, pierden una seña de identidad”, agrega.

Desde la Asociación de Padres y Amigos del Sordo (Aspas) existe una mayor orientación hacia el aprendizaje oral, aunque desde Aspas Madrid reconocen que a veces son los propios niños que “con 12 años piden aprender la lengua de signos”.

Mireia Moncho y Gonzalo Martín, ambos con sordera, son partidarios de ambas, aunque reconocen las limitaciones de la lengua oral para situaciones con mucha gente o lenguaje más técnico. “En las reuniones me pierdo la mayoría de la información y luego le tengo que preguntar a mis compañeros, pero claro, me lo explican de forma muy breve y resumida”, comenta él.

“La lectura labial depende de la dicción de las personas. La puedes seguir de tú a tú, a distancias cortas y en un contexto coloquial. En conferencias, con una gran distancia o con contraluces, la lectura se hace más difícil”, confirma Mariño.

“Mucho por recorrer”

Según los últimos datos del INE, hay más de un millón de personas sordas en España. Aunque se trata de información del 2008. Desde el CNSE apuntan que “son datos que se extraen, por lo general, de encuestas telefónicas, inaccesibles para las personas sordas”.

También es difícil saber qué porcentaje son signantes. La Confederación calcula que más de 70.000 personas con sordera usan la lengua de signos en España, haciendo un cálculo proporcional de las estimaciones europeas, que establece la cifra en un 0,15% de la población europea.

Las lenguas de signos española y catalana están reconocidas por ley desde el año 2007. “Ambas deberían estar presentes en la oferta educativa, pero casi once años después de su aprobación, la ley no ha respondido a las expectativas. El colectivo continúa estando en una situación de especial debilidad, donde pocas familias y personas sordas pueden elegir una educación que cuente con lengua de signos”, se quejan.

También Gonzalo y Mireia hacen mucho hincapié en la necesidad de más intérpretes para atender a reuniones, cursos o llevar a cabo otro tipo de gestiones y actividades de ocio.

“Carecemos de una red de centros bilingües que garanticen el uso y el estudio de la lengua de signos, cada vez son más las alumnas y alumnos sordos y los padres y madres que denuncian la escasez o ausencia de intérpretes en los centros”, añade la Confederación. Sandra Mariño coincide con este diagnóstico: “En España hay mucho por recorrer, porque la ley todavía no se implanta correctamente”.

Les dejo una pregunta | Página12

Fuente original: Les dejo una pregunta | Página12

Cómo serían de snobs en Cambridge que se jactaban de que sus premios Nobel en ciencias (físicos, químicos, biólogos, médicos) practicaran también la excelencia en una actividad paralela, amateur: el químico Haldane escribía con más sapiencia inigualada sobre religiones comparadas, el físico Bronowski era una autoridad en poetas románticos, el legendario JD Bernal sabía más que nadie en el mundo sobre arte iraní. El bioquímico Joseph Needham parecía calzar justo en el perfil: tenía futuro de Nobel a los 36 años, había logrado darle a su campo de investigación (la embriología) una importancia cada vez más central en el concierto de las ciencias, junto a su esposa y compañera de investigación Dorothy, con la que formaba el único matrimonio en el que ambos cónyuges eran miembros de la Real Sociedad de Ciencias. Needham había huido de chico del explosivo matrimonio de sus padres, que lo usaban a él como campo de batalla. Hasta se cambió el nombre cuando empezó su vida en Cambridge (lo habían bautizado Noel Joseph Terence, el padre le decía Terence, la madre le decía Noel, él eligió llamarse Joseph cuando logró huir de ellos). Cambridge podía tolerar bien las aficiones del joven Needham por el nudismo, el marxismo, el acordeón y las danzas medievales, pero quedó boquiabierto cuando él decidió abandonar la bioquímica para dedicar los cincuenta años que le quedaban de vida al estudio de la China.

Todo empezó con un grupo de tres estudiantes chinos que se incorporó a sus clases, antes del comienzo de la Segunda Guerra. Asombrado por la manera en que entendían mucho más claramente que sus pares occidentales lo que él explicaba, Needham le pidió a una de ellos, llamada Lu Gwei-Djen, que le enseñara la suficiente caligrafía para poder leer en chino. “Pasar de las fórmulas químicas a los cristalinos caligramas chinos fue como sumergirse en un río de montaña en un día de mucho calor”, escribió años después. En medio de la guerra, Needham logró viajar con una delegación de científicos europeos en misión de buena voluntad a China. Los invasores japoneses estaban destruyendo las bibliotecas de cada ciudad china que tomaban; había que salvar como fuera aquellos tesoros de saber ancestral. El resto de la comitiva estuvo tres meses y se volvió; él se quedó seis años recorriendo a lomo de burro el país entero, internándose en sus bibliotecas y escuelas y templos, desde las junglas de Birmania al desierto de Gobi. Volvió al final de la Segunda Guerra, con una montaña de libros y testimonios, que se centuplicó en los años siguientes, a través de la correspondencia que estableció con estudiosos chinos y extranjeros de todo el mundo enamorados como él de la China.

El ingenuo propósito inicial de Needham era “escribir a mi regreso un breve opúsculo que explicara por qué la ciencia moderna no se originó en China sino en Europa, habiendo los chinos inventado todo antes”. El breve opúsculo se convirtió, para la consternación y luego para el orgullo de Cambridge, en una obra de dieciocho volúmenes de mil páginas cada uno, que Needham fue escribiendo a lo largo de los cuarenta años siguientes, los primeros veinte solo, luego con un equipo de ayudantes y por fin con una institución entera: el Instituto Needham de Sinología, creado especialmente para él por Cambridge cuando resultó evidente (según palabras de uno de los popes del claustro universitario que no le tenía la menor simpatía) que “la historia de la ciencia y la civilización que está haciendo Needham es seguramente el más imponente trabajo de síntesis histórica y comunicación intercultural jamás intentado por un solo hombre”.

Puestos uno al lado del otro, los tomos de Ciencia y Civilización en China ocupan un estante de seis metros de longitud. La demencial obra de Needham reúne, explica e interpreta todos los logros que, a lo largo de tres mil años, alcanzaron los chinos en la matemática, la astronomía, la física, la química, la geología, la zoología, la botánica, la hidráulica, la metalurgia, la ciencia marítima y textil, la higiene y la medicina. Lo fascinante del asunto (por si las demenciales proporciones del asunto no fueran suficientes) es que Needham inventó una manera única de usar las notas al pie de página, para compartir las perlas que descubría como lector. “Era un virtuoso de la cita”, dijo de él Eric Hobsbawm. Según Simon Leys, la sola lectura de las notas a pie de página de Needham ofrecen una educación integral completa. Sus derivas y asociaciones son asombrosas, iluminatorias. Borges y Bioy lo definieron como un Mil y Una Noches chino y saquearon sin empacho sus páginas para inventar escritores orientales imaginarios, en las antologías de literatura fantástica que hacían para “distraerse del oprobio” en los años peronistas (¿estarían contentos hoy?). George Steiner lo compara con Proust: según él, Needham no sólo rescató del pasado y reconstruyó un mundo entero ante nuestros ojos sino que, como Proust, lo hizo por amor a una persona. En el caso de Proust, el Albert camuflado de Albertine en su libro. En el caso de Needham, aquella joven llamada Lu Gwei-Djen que le enseñó los seis mil caracteres de mandarín que hacían falta para comprender un texto en chino.

Needham conformó un ménage-à-trois increíblemente armónico con su esposa y con Lu Gwei-Djen, que se prolongó hasta la muerte de Dorothy en 1987 (durante todo ese tiempo, Dorothy continuó las investigaciones de Needham en bioquímica y Lu Gwei-Djen fue su mano derecha en la monumental obra sobre China). El secreto de tan asombroso logro suele adjudicarse a la empatía de Needham con el concepto chino de ying y yang, pero Dorothy decía que su marido ya entendía la cuestión no sólo desde sus días como científico, cuando buscó en la embriología el punto de encuentro, el fin de las disputas, entre biólogos y químicos, sino desde mucho antes: en aquellos turbulentos años iniciales en que era prenda y víctima de la polaridad entre sus padres. Según Dorothy, Needham buscó toda su vida eso que los chinos bautizaron “la democrática dualidad de la vida”.

El rechazo a los opuestos, la fascinación con los complementarios, puede verse en casi todas las facetas de Needham. Mantuvo hasta el fin su credo marxista, y volvió comunistas a muchos de sus colegas, pero él no se afilió nunca al partido. Al mismo tiempo asistió a la iglesia anglicana todos los domingos de su vida, pero desde aquel viaje a China prefirió evitar el oficio religioso e ir cuando la iglesia estaba vacía. Llevaba años ya sumergido en su libro sobre China cuando aceptó escribir la introducción a una magna obra científica conjunta titulada La Química de la Vida, y allí les recordó a sus colegas que el atávico concepto de aliento vital era a fin de cuentas una manifestación de protofisiología neumática y que la invención del Benedictine y otros licores monásticos habían sido consecuencia de los afanes alquimistas por llegar a la esencia a través de la destilación.

Dorothy murió en 1987. Luego de dos años, Needham se casó con Lu Gwei-Djen. La novia tenía ochenta y cinco el día de la boda y murió dos años más tarde. Pero Needham, asombrosamente, siguió trabajando. Creía que, si llegaba hasta los ciento siete, podría terminarla tarea. Dos días antes de su muerte, a los noventa y cinco, estaba trabajando en el escritorio de su instituto. Cuando le cuestionaban haberse pasado cincuenta años escribiendo un libro que superaba los tres millones de palabras sin haber logrado nunca contestar aquella pregunta inicial, hoy conocida como La Pregunta Needham (“¿Por qué se estancó China, después de inventar todo antes que Occidente?”), él se limitaba a mostrar los dientes en una sonrisa amarilla de viejo chino y contestaba, con impecable pronunciación cambridgeana: “No me disgustaría ser recordado por una pregunta”.

«La internacionalización en un clic» — empresaexterior │Noticias del comercio exterior y negocio internacional. España

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Nahjla Isaacs Pérez
Martes, 29 de mayo de 2018
Internet ha supuesto una revolución para la economía y para las exportaciones.

La transformación digital ha dejado de ser un tema del futuro para convertirse en un elemento del presente y en el actual ecosistema digital las empresas.

La transformación digital ha dejado de ser un tema del futuro para convertirse en un elemento del presente y en el actual ecosistema digital las empresas, especialmente las pequeñas y medianas deben afrontar de forma proactiva la digitalización o arriesgarse a desaparecer.

Internet ha supuesto una revolución para la economía en general y para las exportaciones en particular, sí antes, llegar a potenciales clientes de distintas partes del mundo requería presencia física en el mercado de destino, ahora con una estrategia adecuada se pueden cerrar ventas con tan sólo un clic.

En España el ecommerce se ha incrementado, en el tercer trimestre de 2017 superó los 7.700 millones de euros, un 26% más que el año anterior según los últimos datos de comercio electrónico de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Entra en juego la omnicanalidad, la posibilidad de llegar al cliente de distintas formas, de equilibrar estrategias, de hacerlas converger y surge entre las empresas la necesidad de adaptar y transformar sus procesos a fin de que sus modelos de negocio puedan aprovechar las oportunidades que representa la tecnología, una realidad analizada por especialistas y representantes de instituciones públicas y privadas que impulsan a las empresas a dar el salto online y que lo definen como un salto hacia la supervivencia.

Los algoritmos de aprendizaje automático han superado a los humanos al reconocer el habla

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Los algoritmos de aprendizaje automático (machine learning) ya han superado a los humanos al reconocer el habla conversacional ordinaria, tal y como sugieren los resultados de un software de Microsoft.

Un paso más para propiciar que los seres humanos nos estemos volviendo obsoletos cada vez en más campos.

Reconocimiento del habla

Si bien en el reconocimiento facial se estaban dando pasos enormes, el reconocmiento del habla parecía más difícil. Sin embargo, esto ya no es así. Geoff Zweig y sus colegas de Microsoft Research en Redmond, Washington, dicen que ahora los algoritmos ya superan a los humanos al reconocer el habla coloquial ordinaria.

La investigación de reconocimiento de voz tiene una larga historia. En la década de 1950, las primeras computadoras podían reconocer hasta 10 palabras pronunciadas con claridad por un solo orador. En la década de 1980, los investigadores construyeron máquinas que podían transcribir el habla simple con un vocabulario de 1.000 palabras. En la década de 1990 progresaron a grabaciones de una persona que leía el Wall Street Journal.

Pero el habla ordinaria es mucho más complejo, porque las oraciones no están tan bien construidas, es mucho menos formal. Las personas también hacen muchos ruidos aparte de los estrictos que producen el habla. Y el vocabulario es más cambiante y está jalonado de connotaciones.

Los humanos son muy competentes en esta clase de reconocimiento. El consenso general es que tienen una tasa de error de alrededor del 4 por ciento. En otras palabras, transcriben incorrectamente cuatro palabras por cada cien. Ahora Microsoft dice que finalmente ha igualado el rendimiento humano, aunque con una advertencia importante.

Los investigadores de Microsoft comenzaron por volver a evaluar el rendimiento humano en las tareas de transcripción. Hicieron esto enviando grabaciones telefónicas a un servicio de transcripción profesional.

Para su sorpresa, descubrieron que este servicio tenía una tasa de error de 5.9 por ciento para las conversaciones entre individuos sobre un tema asignado y 11.3 por ciento para las conversaciones entre amigos y familiares. Una tasa más elevada de lo que se creía convencionalmente.

Sea como fuere, las máquinas nos pueden haber superado o solo estar a nuestro nivel, pero ya no están por debajo. Dentro de unos años, quizá estas comparaciones empiecen a resultar absurdas.